Lo primero es hacer un reconocimiento del lugar social de ventaja que ocupo hoy, pues afuera hay millones de personas cada una con una historia de vida que merece ser visibilizada. Digo ventaja, pues, aunque algunas personas hablen de privilegio, recuerdo que las personas negras no tenemos privilegios, y aunque ese es otro debate, no puedo ni debo dejar pasar la oportunidad para recordarlo. Regresando al reconocimiento inicial del lugar que ocupo hoy, espero dar los pasos en la dirección correcta para abrir más puertas para más voces.
Agradezco a mis ancestras y ancestros, a las, les y los hijos de la diáspora que siguen levantando el puño y el alma en todos los rincones de este planeta, a quienes están, estuvieron y estarán, a la afrohermandad y al instituto sobre la raza, la igualdad y los Derechos Humanos, quienes han sido mi casa durante los últimos 8 años, ustedes están caminando como aliades de verdad. Reconozco también a quienes me permiten ingresar a sus casas a través de la virtualidad y por supuesto a quienes están aquí.
Ahora bien, sobre la discriminación y la importancia de la participación de la sociedad civil en la cumbre y en los espacios de deliberación internacional, empiezo invitando a reconocer que las estructuras racistas, patriarcales y LGBTIfobicas persisten a nivel mundial y es necesario visibilizarlas para poder eliminarlas en aras de una real dignificación de la vida en general. No podemos avanzar en el debate, ni en el diálogo, si seguimos dando miradas generales, sin reconocer las particularidades que viven grupos poblacionales significativos dentro de los mismos grupos excluidos, sin dejar de cuestionar y analizar el concepto de blanquitud y el capitalismo como modelo ideal de vida y relacionamiento social, reconociendo que el racismo tiene su génesis en la época de la colonización y que a través de la sangre esclavizada se crearon (y sostienen) los capitales iniciales que se usan para seguir oprimiendo.
Siendo así, la participación de la sociedad civil en los espacios de deliberación debería partir del reconocimiento de las dificultades y violencias que se ejercen contra grupos humanos, y que coartan sus posibilidades reales de incidencia y participación. Pretender que los grupos históricamente discriminados en razón de su color de piel, religión o religiosidad, orientación sexual y/o expresión de género, filiación política… entre otras categorías por fuera de los círculos de poder, tienen igualdad a la hora de acceder a estos espacios, es mentir y perpetuar la inequidad e injusticia. Merecemos estar, pero la verdad es que no estamos.
Regresando, a debatir sobre la discriminación, aunque no me aleje del tema. Podemos ver como hoy en Colombia se está visibilizando y empezando a reflexionar, aunque de manera algo tímida aún el racismo y el clasismo. Esto se da de la mano de los ataques a una candidata a la vicepresidencia. Una mujer negra surgida de las periferias y que orgullosa habla de su tránsito como empleada del servicio doméstico, minera artesanal, vendedora ambulante y ayudante de oficios varios. Una mujer que para el grueso de la sociedad colombiana es inferior en razón de su color de piel y su origen, alguien a quien le permiten ser la empleada de las casas de las familias blanco/mestizas con dinero, más no vicepresidenta con poder de agencia y reivindicaciones que desenmascaré la hipócrita sociedad que mientras habla de inclusión y oportunidades, excluye y asesina la diferencia.
Pero, esos ataques racistas y clasistas no son el reflejo de una contienda electoral polarizada, sino el día a día de millones de personas en Colombia y en el mundo. El racismo, que no es lo mismo que la discriminación, es el causante de asesinatos y de un sistema social y político excluyente, que no responde a las demandas sociales de las personas negras descendientes de quienes esclavizaron. Y no, no estoy quedándome en el pasado, estoy recordándoles que ustedes siguen tratando a las personas negras como sirvientes y personas subalternas, sólo por su color de piel.
Ahora bien, todo ese racismo, clasismo y LGTBfobia visto desde la necesaria interseccionalidad nos obliga a actuar ya, no es que antes no debería haberse hecho, pero con una justa mirada interseccional vemos como una persona puede (y es) víctima de diversas violencias desde su género (orientación sexual y/o expresión de género), raza y clase.
Para este tema me tomo como ejemplo, pues en esta vida aprendí que no debo usurpar voces ni experiencias sino permitir y apoyar para que quien vive una realidad la cuente desde su sentir y no hacerlo yo. Pues bien, retornado a mi como ejemplo; mujer, negra, lesbiana y empobrecida, no pobre, eso es otra cosa para debatir. Una persona que vive desde las diversas realidades que me hacen única y que no puede ni quiere dividirse, necesita ser leída desde la interseccionalidad para que esas violencias diferenciales que se ejercen contra mí sean visibles y poder combatirlas con el apoyo social de las comunidades, los gobiernos y Estados.
Y, es que cómo sociedad civil debemos tensionar el fantasma de la fragmentación de las luchas, desde la interseccionalidad no pretendemos dividir sino visibilizar para seguir uniendo esfuerzos en pro de las personas que son violentadas por tratar de respirar y ser felices sin dañar a nadie, pues encontramos muchas veces como desde los espacios de lucha antiracista no se apoya a las personas negras diversas que denunciamos la LGBTfobia, y como las comunidades LBGTI no permiten se hable del racismo que también se vive al interior de estas comunidades
Llegando al final de mi intervención solicitó se investigue y llegue a la verdad sobre las más de 100 personas reportadas como asesinadas, las más 250 con lesiones permanentes, las más de 400 desaparecidas, cifras dadas por ONG internacionales y sin aceptación por parte del gobierno colombiano, además de todos los hechos violentos ocurridos en el contexto de las marchas y plantones durante el estallido social del 2021 en Colombia, pues sí un pueblo fue capaz de salir, marchar, hacer plantones y resistir en la calle en medio de una pandemia, merece que el mundo les escuche.
Continuando en mi intervención y reconociendo que mi realidad, aunque es mía, puede llegar a atravesar la de otras personas, me permito recordar y honrar a las 9 hermanas trans negras que continúan desaparecidas desde 2019, en el país donde vivo. A los 4 hombres negros maricas que tuvieron que salir del pacifico sur para no ser asesinados, su culpa: amar. Dignifico, honro y continuo las luchas de las 27 mujeres negras lesbianas que en lo que va de este año han sido víctimas de violencias sexual por amar a otra mujer y no esconderse.
No puedo centrarme en un único tema cuando se violenta por las muchas realidades que encarnamos o nos atraviesan , cuando en mi país se sigue asesinado y tenemos poco apoyo de las sociedades civiles de otros países, pues para nuestra mala suerte los gobiernos anti derechos que siguen en Colombia, y quienes los representan en el exterior, hablan muy bonito con discursos que sacan lágrimas, cifras de crecimiento y avances que hacen levantar de sus sillas y aplaudir a oyentes, además realizan condenas pública y piden enérgicamente el cese de dictaduras como las de Cuba, Venezuela, Nicaragua, entre otras… además brindan apoyo y asesoría a grupos de personas como ustedes, para que sigan su necesario trabajo de denuncia internacional de todo lo que está mal en sus países, pero todo eso lo hacen con la rodilla aún en nuestros cuellos, no olviden eso.
Finalmente, al escuchar en las conversaciones previas a la compañera Tchinna, me atrevo a tomar su metáfora y gritar ¡AYUDEMOS A RESPIRAR!